lunes, 4 de noviembre de 2013

Historia del llano.

HISTORIA DEL LLANO.
La gente de la región habla de los episodios ocurridos durante la violencia partidista de los años 1948 a 1953, como de la guerra. La inestabilidad política y el enfrentamiento de las fuerzas de la policía y del ejército —apoyadas por el clero— con la población local, causaron disputas iniciales en Miraflores, Boyacá, y Sabanalarga y Aguaclara en Casanare.
Pueblos tradicionalmente liberales fueron atacados por fuerzas del Estado y la población tuvo que huir a la ribera derecha de los ríos Upía y Meta. Se organizaron entonces dos frentes de comandos guerrilleros: tino iba del Cusiana al Arauca bajo la dirección de Eduardo Franco; el otro, del Cusiana al Humea, comandado por los hermanos Bautista. En 1951, un grupo de comandantes insurgentes se dirigió al gobierno por intermedio de Alfonso López Pumarejo con un memorial en el cual —entre otros puntos— se pedía amnistía total, especialmente para los militares retirados que participaban en los comandos. Eran los casos de Guadalupe Salcedo y de Dumar Aljure, además del de muchos otros que habían pertenecido al ejército o a la policía.
1950 fue un año aciago: la guerrilla atacó Barranca de Upía, La Mesa del Guavio, Monterrey, Páez, Chimeza y Tauramena. Un año después incursionó en Pachaquiaro, San Pedro de Jagua y el Turpial. Durante los ataques se abastecían de armas y alimentos. Las fuerzas del gobierno hacían otro tanto: bombardearon desde aviones las localidades de La Uribe, La Aguada, Cumaral, Moreno, Ten y Trinidad.
Los comandantes guerrilleros del Llano hicieron un Congreso en 1953. En él consolidaron los comandos en siete frentes. Ese mismo año se emitieron los códigos de Las Leyes de Llano —la Primera y la Segunda. En junio, unos 3 mil hombres con armas se entregaron progresivamente en distintas localidades del Llano, a partir de la firma del tratado de paz y de amnistía total firmado en la localidad conocida hoy como Paz de Ariporo en Casanare.


Los grupos indígenas.
Veinticinco mil trescientos veintidos (25.322) aborígenes componen, aproximadamente, la población indígena de la Orinoquia, excluyendo 2.765 de la etnia U’wa-tunebo que habitan en el departamento de Boyacá. Los datos disponibles para la Orinoquia no comprenden la población que habita en comunidades por fuera de reservas y resguardos. Es probable que, a la luz de algunos datos estadísticos (i.e. Incora) ,los grupos indígenas llaneros — aunque pueden manifestar aumentos en sus tasas demográficas de crecimiento— apenas representen una escasa parte de la población nacional. No obstante que algunos grupos pueden estar en mejores condiciones de vida relativas —sanitarias y alimentarias— que otros (i.e. los sikuani)— es seguro que todas las etnias se encuentran en un acelerado proceso de desaparición y extinción física y cultural.
Los amorúa presentan la situación más extrema: de ellos quedan solamente unas pocas familias; les siguen los achagua —quienes según ‘los cronistas del siglo XVII conformaban el grupo con mayor número de miembros y asentamientos—, U’wa-tunebo, cuiva, guayabero, huupiwe, tsiripu ymariposo.
Las condiciones de salud y nutrición son extremadamente difíciles y puesto que se han visto obligados a migrar a regiones de refugio, sus modos de subsistencia se han visto alterados.




LA LLANURA DE LA COPLA Y LA TERNERA
El estudio de las raíces del joropo llanero permite identificar una vertiente musical mucho más amplia, relacionada con las músicas de otras regiones del continente americano: la región del Paraguay, los Andes y los Llanos venezolanos, y la región de Vera cruz en México. La tonada llanera posee una gran dispersión: desde las sabanas del Guárico, Barinas y Portuguesa en Venezuela, hasta los Llanos de Arauca, Casanare, Vichada y Mcta en Colombia.
Probablemente fueron los jesuitas quienes introdujeron estas prácticas musicales —con cordófonos como el arpa, el cuatro y otros— a los Llanos de Colombia y a su piedemonte: el Llano nunca fue una zona aislada del comercio y de la relación con el altiplano y con los Llanos de Venezuela; las misiones de Chita, Monguí y Tópaga, constituyeron los centros de irradiación apostólica de los jesuitas hacia las misiones de los Llanos. Recuas con viajeros iban de Monguí, Socha, Socotá y Chita hacia Támara, Tame, Pore y Pamplona. Otras rutas como las del Sarare, la de Miraflores al Llano, la dc Labranzagrande al Morro y Yopal o la del Valle de Tenza, fueron importantes caminos de comercio y migración. Y lógicamente, los viajeros llevaron los tiples, cuatros, guitarras, guitarros y bandolas, y las coplas que adaptaron a nuevos ambientes y necesidades.
¡TODOS AL PARRANDO!
Ningún parrando o joropo llanero —fiesta llanera— puede tener lugar sin las preparaciones especiales elaboradas principalmente a partir de carne de vacuno o de animales silvestres, maíz, yuca y plátano topocho. Previamente se habrá convocado a parientes y amigos para la fecha —un matrimonio, un bautizo, una promesa ofrecida a San Pascual Bailón o a San Rafael. Se habrá invitado a los músicos que, con arpa, cuatro, maracas y bandola, amenizarán la reunión con corridos, coplas, contrapunteos y baile de joropo araguato.
Tanto el fogón de tres piedras para el sancocho como la brasa para la ternera a la llanera, se colocan en el patio de la casa. En la preparación colaboran todos: mujeres, niños y ancianos. Un parrando llanero puede durar hasta más de tres días, según el aprovisionamiento de comida y bebida.


HAYACA, SANCOCHO Y PISILLO
Sancocho de hueso de rabo o costilla de ternera 
3 kilos de hueso de rabo de ternera o costilla de res 
2 libras de yuca 
plátanos topochos verdes 
1 libra de ahuyama 
Cilantro de monte 
Cebolla larga 
Ajos machacados 
Sal al gusto.
Se pone el agua al fuego y cuando hierva se le echa el hueso y se deja hervir. Se agregan los demás ingredientes y se deja a fuego moderado hasta que ablanden. Se acompaña con arroz blanco y plátano maduro sancochado.
Pisillo de carne seca
Puede prepararse con carne de ternera, de vaca e, incluso, de chigüiro. La carne se pone a secar al sol, con bastante sal, en una tasajera —armazón de cuatro palos. En época de verano se deja al sol por unos quince días. Luego se sancocha por una hora en agua con sal. Se escurre y se pone en un pilón, machacándola muy bien. Aparte, en una sartén, se echan cebolla, ajo y cebollín picados, y se fritan junto con la carne en un poco de manteca, dejándola dorar. Esta carne se acompaña con yuca sancochada y plátano maduro.

Ternera a la llanera
El centro de toda celebración en el Llano es la ternera. En las fiestas de trabajo, cuando se reúne el ganado y se hacen rodeos, o en cualquier ocasión especial, se prepara la ternera, tan popular en todo el país. Se acostumbra a sacrificar para estas ocasiones terneras de seis meses, La carne se coloca en los chuzos sin ningún condimento. Tradicionalmente se le agregaba sal de la del ganado ante la ausencia de otros condimentos. El arreglo de la carne en los chuzos tiene nombres variados según la forma que se le dé: la osa, la garza, la raya, la danta, etc. A medida que se ya asando se impregna de condimentos o solamente de sal. También se usan las menudencias de la ternera —la pajarilla, el corazón, el hígado, los riñones y el chunchullo—, se cocinan y se colocan sobre hojas de plátano que se meten entre la tripa para preparar el entrevearo. Esta ternera se acompaña con plátano topocho, ají de leche y yuca.
Hayacas
Las hayacas son pequeños tamalitos, que se sirven especialmente en diciembre. 
Una receta es la siguiente: 
1 libra de maíz pelado 
1 libra de manteca de cerdo 
1 libra de carne de cerdo picadita 
1 gallina grande, picadita 
2 libras de tomate picado 
2 libras de cebollas picadas 
1 libra de pimientos morrones picados 
1 frasco pequeño de aceitunas 
1 frasco de encurtidos 
3/4 de taza de pasas sin semillas 
1 cucharada de salsa inglesa 
Media botella de vino 
Sal, ají y azafrán al gusto 
20 hojas grandes de plátano.
Luego se mezclan las carnes de cerdo y gallina con tomates, cebollas y pimientos, y se revuelve bien; se cocina hasta que las carnes estén blandas. Se humedece con vino y se sazona con sal y un poquito de ají.

Se pasan las hojas de plátano por el fuego hasta que estén flojas, para soasarlas de manera que se puedan doblar sin partirlas, se cortan en cuadrados de 50 centímetros por 30. Se extienda en cada una, una capa delgada de la masa de maíz y se pone encima una porción de guiso de carne añadiendo aceitunas, encurtidos, pasas y salsa inglesa. Se cubre con otra capa de maíz y se doblan las dos capas para formar un cuadrado. Se envuelve cada hayaca con dos o tres capas de hojas de plátano y se amarra con una cuerda delgada, dando varias vueltas. Se cocina en agua hirviendo por 45 minutos. Por último se escurre y se quitan las hojas. Se sirven calientes.  

EL DOS MIL AL ENCUENTRO
Gran interés para la exploración petrolera despierta en la actualidad la cuenca de los Llanos Orientales (Bueno Salazar, R. 1987). En los sectores denominados Meta, Casanare y Arauca, son promisorios los hallazgos futuros. En el piedemonte orinoquense se han encontrado depósitos de recursos naturales no renovables como gas y petróleo. Desde la década 1950-1960, compañías petroleras —la Texas y la Shell— adelantaron estudios en zonas del Ariari y en el Meta, y más tarde —durante los años 70— otras empresas exploraron en Casanare, Paz de Ariporo y Hato Corozal. Se construyeron entonces numerosas carreteras y vías de penetración en los departamentos correspondientes durante esos anos.
Tal sólo durante la década del 80 se conocieron los hallazgos de Arauca y del Meta en los campos dc Caño Limón y Apiay, y otros en Casanare. Las noticias más recientes se refieren a un enorme potencial en millones de barriles en Casanare, de los cuales 75 % pertenecen a Cusiana. Ello significaría que el país podría recibir hasta diez mil millones de dólares o más en quince años, silos cálculos de los depósitos de petróleo son exactos.
Colombia tendría pues una bonanza petrolera y una gran responsabilidad para manejar la adecuadamente e invertir las regalías en infraestructura física y bienestar social.  

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